jueves, 19 de julio de 2018

Soliloquio #5

<<I love that after I spend the day with you, I can still smell your perfume on my clothes. And I love that you are the last person I want to talk to before I go to sleep at night. And it's not because I'm lonely, and it's not because it's New Year's Eve. I came here tonight because when you realize you want to spend the rest of your life with somebody, you want the rest of your life to start as soon as possible>>.


When Harry Met Sally... 



Hace poco, muy poco, terminé una relación amorosa que hasta ese momento había durado tres años y seis meses. Hace poco, muy poco, empecé otra con la esperanza de que dure muchísimo más tiempo. Y me pregunté: <<¿Estoy siendo una maldita?>>.

Tal vez ustedes son muy jóvenes y no lo recuerdan, o simplemente no crecieron con sus abuelas viendo programas de chismes y no les interesa, pero hará unos doce años que en el mundo del espectáculo se desató un escándalo muy picosito cuando al sujeto apodado el Pirru se le vio muy acaramelado con Ana Bárbara a tan sólo unos meses de la muerte de su esposa. Como dijo alguien a quien admiro profundamente, <<el cadáver aún no se enfriaba>> y el Pirru ya tenía a otra. No ahondaré en los detalles de este tema, aunque penosamente cuento con los conocimientos para hacerlo, porque el punto que verdaderamente me atañe en esta entrada es reflexionar sobre la idea de que tras cualquier ruptura romántica existe la obligación de guardar un tiempo de luto.

Parece que ser feliz tras un rompimiento de este tipo es tabú, o mejor dicho, ser inmediatamente feliz con alguien más es lo moralmente reprochable. Y aunque mi caso es muy distinto al del infame Pirru, algo identificada me siento. Por supuesto que mi historia no llenará las páginas del TVyNotas ni alimentará la plática casual de las señoras en el salón de belleza, pero sí que levantará una que otra ceja de aquellos que, a falta de un mayor acercamiento, juraban que mi relación con quien ahora es mi ex iba viento en popa.

Tanto fue mi miedo al escarnio público que acordé con mi pareja mantener lo más discreto posible todo este asunto. Sólo los más cercanos a nosotros lo sabrían, pues me preocupaba lo que podrían pensar de mí quienes conocían mi antigua relación, y el daño que iba a causarle a la persona con quien había compartido el último periodo de mi vida. <<Pensará que no me importó, pensará que le fui infiel>>.

Sin embargo, como pasa siempre que uno es feliz, irremediablemente quise compartir mi dicha con cuanto ser humano se cruzaba por mi camino. Y es así como a unas semanas de haber comenzado, decidí como buena milénica hacer pública mi relación en redes sociales. Puede parecer un paso irrelevante, incluso innecesario, pero fue importante para mí. Sabía que no sólo mis conocidos y los de mi ex se enterarían, sino él mismo. Él, a quien hasta hace unos meses le había jurado amor eterno.

¿Esto quiere decir que no sentí nada de lo que le dije o prometí? No. Como ya varios filósofos lo establecieron, es posible desear un bien aparente sin darse cuenta de ello. Aferrarme a algo que no era conveniente para mí ni para la otra persona fue el primer error que no me atreví a admitir hasta que fue demasiado evidente como para seguir ignorándolo. El segundo fallo fue negarme a aceptar que estaba sintiendo algo por otra persona, y en este aspecto sí que hubo una omisión consciente.

¿Por qué mentir sobre la naturaleza de mis sentimientos? Aunque he pensado varias razones, creo que lo que me motivó a hacerlo fue el miedo a dejar atrás un proyecto de vida que había planeado durante años y que más que un deseo, era ya una obsesión. No importó cuán tóxica podía ser mi relación, yo ya estaba acostumbrada a ella y estaba cómoda... pero no feliz. Ninguno lo estaba desde hacía tiempo.

Mi luto lo viví al darme cuenta de esto. Saber que ahí ya no había nada que hacer para que las cosas funcionaran me ayudó a superar la ruptura incluso antes de que sucediera. Por supuesto, siempre será triste perder a alguien que fue importante en tu vida, sobre todo si aún lo estimas, pero a veces alejarse también alivia.

Y es así como hoy escribo esto, un poco para calmar cualquier culpa, para enfrentarme al qué dirán, a manera de apología, como una disculpa atrasada. Finalmente, ni yo soy el Pirru ni él es Ana Bárbara, ni mi vida es tan relevante... tampoco es eterna; así que hoy opto por disfrutarla.



No hay comentarios:

Publicar un comentario