sábado, 21 de agosto de 2021

Soliloquio #8

Me encontré a mi ex en Bumble. Su foto era una selfie tomada en el espejo de un elevador en el que he estado, de un edificio que conozco y hasta podría decirles a qué piso iba o al menos de cuál venía. Vestía una camisa azul que por un año encontró su lugar en mi clóset, el mismo que ahora se ha quedado semivacío. Pone en su perfil que tiene 29 años, sé cuándo los cumplió: exactamente cuatro días después de que se fue. ¿Hijos? Dice que le interesa tenerlos algún día. En cierta época quiso tenerlos conmigo, sé qué nombres pensó para ellos y cómo le gustaría educarlos. Sé también que jamás se atrevería a pegarles. Busca, dice, a alguien con quien platicar de cualquier tema, gente interesante; aunque el tipo de relación que quiere no le queda clara aún. ¿Yo?, buscaba lo mismo. Alguien con quien pudiera platicar por horas, alguien interesante, sin ninguna pretensión. 

Qué extraño fue toparme con él. Una especie de déjà vú que no deja de ser una mala broma. De no conocerlo le habría dado swipe a la derecha, pero eso ya pasó en la vida real y no funcionó. Lloré mucho rato, no por querer volver, sino por la certeza de que no quiero eso ni él. Lloré por lo que no fue. Lloré porque incluso siendo tan compatibles en algo así de frívolo, las cosas no salieron como pensábamos. Es verdad, a él le gusta conversar largo y tendido. Al conocerlo tan cruda y francamente supe cómo llevar la historia de alguien más a cuestas puede derrumbarte y sacudir hasta lo más profundo. Al final se nos acabaron los temas para platicar y lo interesante se volvió rutina.

Un día me bastó en la app para darme cuenta de que ahí no iba a encontrar nada valioso. Irónicamente la única persona que busca lo mismo que yo, ya lo vivió conmigo. Después de tres horas y dos matches eliminé mi perfil. Por ahora no tengo planes de volver a usar ninguna app así. Antes de esto había intentado con Badoo, pero la historia fue la misma, veinticuatro horas ahí me bastaron para confirmar que nadie quiere realmente platicar, ni le interesa conocerte. Nadie quiere hablar conmigo ni de ovnis, ni de reptilianos, ni les intriga saber mi opinión sobre la filosofía de Wittgenstein. 

Consideré tal vez ser más libre, tratar de mantener relaciones casuales, pero eso no va conmigo. No me acomoda la frivolidad de las apps, me asquea el descarte o aprobación inmediatos basados en qué, o las "conexiones" que se quedan en un cúmulo de conversaciones que no llegaron a ningún lado. Pero es eso, finalmente, lo que me llevó ahí: el deseo de conexión. Ciertamente en internet y en sitios de citas eso no es más que un espejismo. Cuando difícilmente se logra de manera orgánica durante la vida, querer forzarlo a través del celular es pura necedad. 

Además, quien decidió estar sola fui yo, con todas sus consecuencias. Toca más bien aprender a vivir con ello y dejar de esperar a que el celular vibre. Toca conocerse a una misma antes de "quedar" con alguien más.



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